©Paula Morales

 

Soy un ingeniero que escribe ficciones. Soy un escritor que soñó o acaso aún sueña con ser músico. Pero músico obsceno, músico del acantilado, músico de bares pastosos y prohibidos y con una sola pareja de viejos manoseándose en la noche.

   Pero ese no es más que un sueño. Y mientras sueño, entonces, o quizá pese a ello, he escrito ficciones sobre artistas suicidas (Esto no es una pipa, Saturno, 2003); sobre orígenes literarios (El ángel literario, 2004); sobre boxeadores que, en las mazmorras de Auschwitz, entrenan a abuelos judíos a pelear con palabras (El boxeador polaco, 2008); sobre pianistas serbios medio perdidos en el submundo gitano de Belgrado (La pirueta, 2010); sobre niños que dejan de ser niños en la turbulenta Guatemala de los años setenta (Mañana nunca lo hablamos, 2012); sobre el mar Muerto, y muros palestinos, y bodas ortodoxas, y los disfraces que vestimos y ficciones que construimos para conseguir la salvación (Monasterio, 2014). Sueños de músico, todos.

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