Soy un ingeniero que escribe ficciones. Soy
un escritor que soñó o acaso aún sueña con
ser músico. Pero músico obsceno, músico
del acantilado, músico de bares pastosos y
prohibidos y con una sola pareja de viejos
manoseándose en la noche.
Pero ese no es más que un sueño. Y
mientras sueño, entonces, o quizá pese
a ello, he escrito ficciones sobre artistas
suicidas (Esto no es una pipa, Saturno,
2003); sobre orígenes literarios (El ángel
literario, 2004); sobre boxeadores que, en
las mazmorras de Auschwitz, entrenan a
abuelos judíos a pelear con palabras (El
boxeador polaco, 2008); sobre pianistas
serbios medio perdidos en el submundo
gitano de Belgrado (La pirueta, 2010);
sobre niños que dejan de ser niños en la
turbulenta Guatemala de los años setenta
(Mañana nunca lo hablamos, 2012); sobre
el mar Muerto, y muros palestinos, y bodas
ortodoxas, y los disfraces que vestimos y
ficciones que construimos para conseguir
la salvación (Monasterio, 2014). Sueños de
músico, todos. |