Mis libros de cuentos han ido naciendo
circunstancialmente, sin planificación ni
prisa alguna: Siempre llueve a mitad de la
película (Nicaragua, 2008), por invitación
a un festival de narradores jóvenes en La
Habana; el segundo, Las flores olvidadas (México, 2009), por una beca de escritor
en México. Luego vino Los días felices (Costa Rica, 2011), poco antes de que la
FIL de Guadalajara me incluyera dentro
de Los 25 Secretos Mejor Guardados de
América Latina. Una recopilación similar
acaba de aparecer en España, con el título
de La felicidad nos dejó cicatrices. Más
que un escritor, me considero un lector
que escribe, disfrutando de las máscaras
variadas del oficio: edito libros y revistas;
coordino una iniciativa editorial, así
como Centroamérica cuenta, desde donde
convocamos a actividades culturales. Creo,
absolutamente, que el arte y la literatura
no sólo conmueven, sino además mueven
al cambio social. La literatura nace de
la soledad, pero su fin último es todo lo
contrario.
|