Fragmento de Caos
A temprana edad descubrí un paliativo para la soledad. Lo encontré en forma
de fotos en una revista de tapas oscuras e imágenes a color. En ella aparecían
mujeres desnudas y en posiciones extrañas. ¿Cómo podía una mujer agacharse
de esa forma y seguir siendo hermosa?, me pregunté. Con detenimiento
analicé una y otra vez las fotografías y los cuerpos que aparecían en ellas. Les
contemplé los ojos pintados con colores estridentes y la boca carnosa. La mirada
arrogante de párpados entrecerrados decía mucho, sólo que yo no comprendía
qué. Aquella revista la había encontrado entre los manuales de derecho de la
pequeña biblioteca que papá había conservado tras cerrar el despacho, el cual
había representado su mejor época como abogado al servicio del gobierno. En
esa habitación solía encerrarse horas, durante las cuales estaba terminantemente
prohibido interrumpirle.
Imaginé que papá había dejado la revista a mi alcance por descuido y yo, que
siempre procuraba inspeccionar sus cosas en un afán por descubrir sus entresijos,
la había encontrado y guardado bajo mi cama. Por las noches, aprovechando las
eventuales salidas de mis padres, la hojeaba encerrado en el baño, después de
que la sirvienta se retirara a su habitación a planchar mientras escuchaba baladas
románticas en la radio. Luego permanecía despierto, sintiéndome culpable por algo
que, aunque desconocía, sabía pecado. Aquel descubrimiento que, por egoísmo y
precaución jamás compartí con mis hermanos, me hacía temblar y regocijarme,
al tiempo que me provocaba angustia. Era consciente de tener entre las manos
algo que era sagrado y al mismo tiempo profano, cuyo efecto tenía el poder de
interrumpir la vida. Había en mí una angustiosa urgencia de hacer y, sin embargo,
no sabía por dónde comenzar. No pasó mucho tiempo antes de que la revista, que
había sido mi delicia y mi culpa, desapareciera de su escondite. Sospeché de mis
hermanos y temblé. Estaba seguro de que me acusarían con papá. Pero luego de
una semana nada ocurrió.
Años más tarde comprendí que aquella había sido la forma en que papá había
iniciado mi educación sexual.
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