©Alejandra López

 

Fragmento de Oscura monótona sangre

Andrada, una vez más, iba un paso adelantado a los demás. Un movimiento más de la partida de ajedrez que su mente jugaba con los hechos que se sucedían. Él sabía por qué habían matado a Arizmendi: por Daiana. ¿Se habría resistido la familia de ella? ¿Se habría arrepentido la propia Daiana y había sido ella la que armó una trampa para que mataran a Arizmendi? En todo caso, donde habían dejado el cadáver del policía debía ser el mismo lugar donde él había matado al chico.

   El mensaje no estaba dirigido a la policía. El próximo muerto podía ser él. De pronto se sobresaltó: Daiana, pensó, ella también puede ser una víctima. Aceleró el auto que se dirigía hacia la fábrica, como un caballo amaestrado. Bulnes derecho, y luego lo llevaría por Boedo, Sáenz, Remedios de Escalada. El auto sabía el camino y él sólo apretaba el acelerador. Tomó su teléfono celular con la mano libre. La otra hacía todas las maniobras con el volante y la caja de cambios. Iba a llamar a la fábrica. Le iba a decir a Teresa que si llegaba una adolescente preguntando por él que lo esperase. Tenía el pálpito de que la propia Daiana lo buscaría. Ella debía saber cómo llegar de la villa a la fábrica de Lanús.

   Fue sólo un segundo. Menos. Una milésima de segundo en la que ocurría de todo: un golpe, ruido de metales que se hundían y doblaban, bocinas de todas partes, un grito, tal vez más. Vio cómo giraba todo alrededor. Después nada. Blanco absoluto. Se despertó al instante, o eso creyó. Un murmullo creciente que se convertía en ruidos que le atravesaban la cabeza. Su auto estaba parado en medio de Boedo. Miró a su alrededor y vio la calle vacía. Se dio vuelta y encontró un auto con los vidrios rotos y la trompa hundida.

   Alguien se acercaba a su vehículo. Era un policía. Le abrió la puerta y le preguntó si estaba bien. Andrada, como un boxeador al borde del knock out, dijo que sí con la cabeza. Salió del auto sin necesidad de ayuda. Miró el vehículo: del lado del acompañante estaba hundido. El otro auto le había dado un buen golpe.

 

Derechos Reservados © Feria Internacional del Libro de Guadalajara│Créditos