Fragmento de Primavera

En el patio de la casa de mis abuelos, cada primavera, se cardaba la lana de los colchones. Lo hacíamos mi abuela y yo. Había quienes llamaban a un colchonero que traía su máquina de cardar y en pocas horas resolvía el asunto. Pero mi abuela no se permitía pagar por nada que pudiera hacer ella misma.

      Era una ceremonia femenina, cosa de mujeres. Sin embargo mi madre no participaba, siempre tenía otras cosas que hacer. Con mi abuela elegíamos un día de sol, a primera hora de la mañana, sacábamos los colchones al patio, mi abuela descosía los lados, arrancaba los botones que apretaban el colchón y, entre las dos, lo vaciábamos. Ella lavaba la tela y la tendía al sol. Cuando volvía le daba golpes a la lana con una vara de mimbre, revolvía un poco y pegaba otra vez. Si se cansaba me pasaba la vara a mí. En el momento en que los golpes ya no lograban desarmar más la lana, nos arrodillábamos y con las manos abríamos los vellones más rebeldes. La lana apilada se hacía esponjosa, se suavizaba, pero además perdía ese color gris con el que la había teñido el polvo acumulado durante un año. Cuando la tela gruesa de florones azules estaba seca, mi abuela llenaba otra vez el colchón con la lana renovada. Yo le alcanzaba los vellones y ella los empujaba hasta el fondo. Por fin, con sus manos manchadas de pecas, mi abuela cosía otra vez los costados de la tela. Usaba una aguja gruesa y curva. Y después, con otra aguja, pegaba los botones, atravesando todo el ancho y cosiendo el botón opuesto en el mismo momento. Cuando el colchón volvía a ser el que era, lo llevábamos a su cama. Entonces ella me daba la orden con la mirada y yo me zambullía sobre él. Mi abuela esperaba a que me moviera un rato encima hasta que por fin levantara el pulgar en señal de que aprobaba el trabajo realizado. Ésa era nuestra prueba de calidad.

      En mi casa, la de al lado, esa en la que yo vivía con mis padres y mi hermano, no había colchones de lana. Alguna vez me quejé con mi madre porque el mío era de gomaespuma. Su respuesta fue: “No le vas a poner colchón de lana a chicos que se hacen pis en la cama”.

 

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