©Julia Toro

 

Fragmento de Si ellos vieran

Pelícanos acercándose peligrosamente a su cabeza; un pelícano cruzando como un planeador, yéndose a pique a través de la bruma marina. Otro pelícano riéndose, volando más rápido, con el buche vacío.

   Lo que entonces ocurrió… quién habrá de preocuparse, de sacudirse frente a esta historia. Frente a las lechuzas con binoculares.

   Hay una reiteración, una repetición. Semejante a un espectro, luz fragmentada en mil fondos oscuros. Fotos en blanco y negro vistas cien, mil veces; una y otra vez la foto que puede descoserte los miembros, sorprenderte en la calle y obligarte a caer dentro de ti mismo, dislocarte un tobillo, hacerte tragar una espina de pescado. Ésa es su complacencia, despojarte de identidad por un par de segundos, devorar tu personalidad con la avidez depredadora de una piraña.

    De dónde sale la voz, el gemido que llega y se va, que es inabordable, se esfuma, es inaccesible como el núcleo de un puercoespín; el lamento que se manifiesta por voluntad propia. Hay obstinación, testarudez, tal como las pequeñas tortugas ya extintas en Valparaíso. Se dirigen hacia la costa para desovar, haciéndose paso entre enemigos despiadados, hambrientos e insaciables. Instinto vital.

   Así son estas voces, respiraciones que mascullan, reclaman y reclaman: dejan los dedos entumecidos, ojos abiertos de insomnio; el aliento tenue que se debe comprobar con un vaso: ver el cristal empañado. Hace tanto, una y otra vez, la porfía justificada ancestralmente. Hacia el agua, buscando un cuerpo, en esa dirección: agua. Océano Pacífico, kilómetros de distancia y ninguna esperanza de nadar hacia la costa. Hundirse en la salmuera, imposible bucear, en ese sopor. Cuerpos ahogados, cegados, compartiendo el mar gélido con cientos de especies. Hay otros mamíferos, delfines que pueden ver a través del sonido, como rayos X. Agua fría, negra, en la que no se puede distinguir una silueta de otra. Intentando nadar, el mayor esfuerzo respirar y mover los miembros, ya descosidos por el líquido abstruso, por el frío que instaló la foto artera.

 

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