Siempre digo que cuando tenga más tiempo
y plata haré un curso serio de astrología.
Intuyo, sé que hay una narrativa en esa
fascinante oscuridad y que se manifiesta
en nuestras vidas bajo distintos géneros:
tragedia, drama, comedia de enredos,
delirio en tres actos. Bueno, el delirio no
es un género, pero debería. Cuando haga
el curso quizá comprenda con una claridad
distinta qué significa haber nacido en 1972,
en un pequeño pueblo de Bolivia. Mientras
tanto, escribo. Quizá no llegue a hacer el
curso. De modo que escribo.
Es que escribir me sirve para anudar
todas esas hebras sueltas que las lecturas,
la memoria o el encuentro profundo o
fortuito con los demás han dejado en el
pantano del inconsciente. Supongo que
escribo desde ese lugar. Esto debe explicar
la inquietante desconfianza que le profeso
a mis ideas inmediatas. Todo el tiempo
estoy preguntándome cómo se formaron,
de qué recuerdo vienen, de qué semilla.
Con frecuencia la escritura me regala una
respuesta. |