©Nella Scala

 

Mi nombre lo eligió mi madre. No debía cambiar al traducirse al italiano, su idioma, ni al español de mi padre. Así, mi nombre refleja mi vida. Es un puente. He vivido en Guayaquil, Quito, Lima, Roma y Barcelona. También refleja mi diálogo entre artes y géneros. He trabajado con el artista mexicano Eugenio Tisselli en la versión web de mi novela El libro flotante de Caytran Dölphin, y con el artista alemán Peter Mussfeldt en mi novela Kazbek y el ensayo Un viaje al círculo de fuego.

   Me interesa el cuento por lo que tiene de novela, la novela por lo que tiene de ensayo, y el ensayo por su fuerza narrativa. Nunca he estado en México. Pero su literatura es uno de los extremos de mi educación sentimental. Mis primeros artículos fueron publicados en México por mi único corresponsal mexicano en los últimos veinte años: Christopher Domínguez.

   No creo en Dios ni en Carlos Fuentes, pero alguna vez creí en Vasconcelos, en Reyes, en Artaud, en Rulfo, en Paz, en Malcolm Lowry. Algo quedó, pero no sé dónde.

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