©Ricardo Ceppi

 

Hay muchos factores —la mayoría inciertos— por los que uno decide ser escritor. Pero cuando me pongo a pensar cuáles fueron los hechos cruciales que me llevaron a escribir, me vienen a la cabeza dos.

   El primero tiene que ver con ese mundo bello y ambiguo que se me abrió con la lectura. Nada es lo mismo después de ciertos libros.

   El segundo, con las historias que contaba mi viejo en las sobremesas de las cenas cuando yo era adolescente. Eran relatos simples, fragmentos apenas, cosas que él había vivido durante su día; sin embargo, las tramas tenían varias capas. Eran narraciones que reverberaban cuando se las dejaba de contar.

   Ese efecto me pareció increíble: debajo del significado evidente había otros, misteriosos, que amplificaban lo real. Quise hacer lo mismo. Ese fue el mayor impulso: replicar ese eco. Sigo intentándolo. Es una tarea infinita. Tiene que ver con el deseo y las obsesiones.

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