Nací en una ciudad calurosa que dejé, junto con
los afectos que la habitaban, bastante pronto.
Me curtí rápidamente en el arte del desarraigo.
Mis primeros abandonos obraron como una
sustancia gruesa que se derrama sobre un órgano
sensible, y que, con el paso del tiempo, engorda
y se endurece. Escribo, pero sobre todo miro y
después traduzco. Me obsesionan las fisuras,
las cicatrices, los quiebres. Sobre quiebres he
construido buena parte de mis historias, pero
no creo que sean historias quebradas o rotas.
Creo que son historias enteras, aunque frágiles.
Los títulos de mis libros son largos, quizá para
compensar la brevedad que los contiene.
Cuentos: Las personas normales son muy raras, Hay ciertas cosas que una no puede hacer descalza y Cosas peores. Novelas: Hasta que pase un huracán y Lo que no aprendí. Ninguno tiene un final feliz. Vivo en Buenos Aires, viajo con frecuencia, pero siempre vuelvo. Allí construí nuevos afectos, pocos, pero ciertos. Mi patria es mi barrio, aunque me he mudado muchas veces. Mejor: mi patria es aquello que se muda conmigo. Amo a dos hombres. Soy alérgica a los ácaros. Me gusta comer, leer y dormir, en ese orden. |