Publiqué mis primeros cuentos, con temas de
guerra y posguerra, en las páginas de un periódico
de distribución nacional. El editor descartaba
al menos la mitad de lo que le presentaba.
Me decía que los necesitaba más claros y más
cortos. Quería que pudieran ser comprendidos
y disfrutados hasta por la gente más sencilla del
país en el que vivo. Me recordaba que tenía que
tener en cuenta, además, nuestros bajos niveles
de escolaridad y la poca inclinación a la lectura. El
final de los cuentos rechazados no fue demasiado
triste: el editor de otro suplemento cultural los
tomó para un público distinto.
De esas dos experiencias salieron mis primeros dos libros: Otras ciudades (Alkimia,
2001) y Mediodía de frontera (2002).
Olvida uno (Índole, 2005) surgió de seguir los pasos de los migrantes tras el final de la guerra. La canción del mar (LPG, 2007), de acompañar el retorno de muchos de ellos. Causas naturales (Punto de lectura, 2013), el más reciente, ha resultado de presenciar ese momento en que la violenta historia que pensábamos terminada reinicia.
Ahora me muevo entre los salones de clase, el aprendizaje de otros géneros y la colaboración con gente que se esfuerza por llevar historias de nuestro país a la pantalla. |