Cuando era niño pasaba las vacaciones escolares
en la casa de mi abuela, en el campo. No había
fluido eléctrico y, por consiguiente, tampoco
había televisión y menos aún juegos electrónicos.
Después de cenar la abuela sacaba las cartas para
jugar solitario. Terminaba el juego y apagaba las
velas y la lámpara de queroseno. La oscuridad
nos rodeaba, así como los sonidos de la noche. Yo
no podía dormir y, para que el sueño me llegase,
me contaba cuentos a mí mismo. Poco a poco, los
cuentos que me contaba se iban convirtiendo en
sueños y los sueños en otros tantos cuentos. No
sabía que eso era hacer literatura; lo comprendí
tiempo después.
Me demoré muchos años en publicar mi primera novela, Un asunto de familia (1997). Fue el comienzo. Luego publiqué Vientos de agosto (Editorial Planeta, 2003), que resultó ganadora del Premio Joaquín Gallegos Lara; El invitado (2007), con la que obtuve por segunda ocasión el Premio Joaquín Gallegos Lara; Memorias de Andrés Chiliquinga (Alfaguara 2013), mención de honor del Premio Jorge Icaza, y Para guardarlo en secreto (Alfaguara, Serie Roja, 2014). Para guardarlo en secreto fue una de las novelas más leídas entre el público joven ecuatoriano en 2014, y en poco tiempo ha tenido dos ediciones y muchos jóvenes han vivido las aventuras de Tommy y del gato. Los años han pasado y para dormir, me cuento un cuento que se transforma en sueño y luego, aquel sueño se convierte en cuento. |