FRAGMENTO DE “FINAL DE LETICIA”
Escoges al muchacho vestido de chica. Convences a los otros para que te permitan la excepción. Entras con él a su habitación luego de explicar tus razones. Los nervios de todos logran algo de desconcierto por lo que fácilmente hacen caso a tu voluntad, que ya va sentando precedentes. Cruzas el umbral y después que estudias el cubículo, las luces de colores, las paredes algo mugrientas, te sientas al lado de la mesita de noche en donde hay colocado un libro. Lo llevas a tus manos y lees la portada: Final del juego de Julio Cortázar.
Leerás todas las historias que Cortázar plasma en sus páginas con sediento desafío. Para ello requerirás de varias visitas nocturnas al mismo puterío y un lapso de tiempo que se extenderá en un juego de rutinas de laburo, cobro de trabajos, adquisición de lo estrictamente necesario para no malgastar plata y poder tener el dinero que te hará regresar a Leticia durante los próximos tres meses.
Le pones Leticia esa primera noche. Ambas están cagadas del miedo y preguntas qué personaje del libro le ha llamado más la atención. Ella te dice el nombre y tú la bautizas así. Pides que te lea uno de los cuentos y Leticia escoge Continuidad de los parques. Aquel bautismo marca una rutina bonita, porque a veces lees tú, a veces lee Leticia. A veces llegas con algún pedazo de papel en el que has copiado extractos de la biografía de Julio, extraídos de la biblioteca pública o municipal. Y siempre termina la velada tú maquillando a Leticia, tú colocándole una o dos pelucas, tú decidiendo si se ve mejor de rubia o de pelirroja, untando de perfume sus hombros, su cuello, las mejillas. Y luego juegan a los besos, aquellas lánguidas exploraciones de boca |