©Guillermo Barquero

 

FRAGMENTO DE “ÚLTIMA ERA GLACIAL”

"Islandia es un país extraño. Parece, en las lejanísimas fotos de satélite, una gran verruga blanca, una  infección  en  medio  de  un  mar  inhabitable.  Su  densidad  de  población  es  bajísima;  no  hay ni trescientas mil personas en la gran isla a la que hay que llamar país. La tasa de alfabetismo es impresionantemente alta: casi del 99.9%. Algo impensable. Pero, como pasa con todos los lugares invadidos por el hartazgo, tiene que haber asesinos que disparan a quemarropa y dejan el cúmulo rojo de la sangre de las víctimas sobre la nieve. Imagino los enormes bloques de hielo, los niños caminando hacia la escuela y luego al colegio y más adelante a la universidad, viendo lo agreste de un paisaje de ríos congelados, una gran meseta central, millones de montañas blancas y totalmente muertas. Es un sitio inquietante, no hay duda.

   ¿De qué viven en Islandia? Pues de lo más esperable en un territorio yerto rodeado de un mar que debe de ser como un gran infierno azul: de la pesca, principalmente. Es cierto que hay grandes industrias islandesas de fundición de hierro y aluminio, pero son los pescados los que mantienen en movimiento el fuelle económico de la isla. Debe de ser lo único vivo, a parte de las personas que caminan los 365 días del año embutidas en sus ropas invernales, consustanciales a su naturaleza glacial.

   Debo decirlo: todo esto lo aprendí a punta de malos polvos. Marcela y yo nunca fuimos amantes especialmente buenos. Sí, hay parejas de buenos amantes, y otras que, a pesar de poder amarse con locura o una profundidad inusitada, no saben hacer el amor. Nosotros pertenecemos a este segundo grupo, el de los amantes pobres, que se incomodan porque sus huesos chocan, sus músculos son incompatibles, y sus tendones se acalambran porque el cuerpo del otro, a pesar de ser flaco y espigado, pesa toneladas. Nunca aprendimos a coger.

   Con los años, las cosas no han hecho más que empeorar, aunque a ninguno de los dos le guste la palabra. “Empeorar” es totalmente peyorativo, indica un deterioro general del estado de cosas. Algo que estuvo bien, ahora está peor. Es decir, convencionalmente, no sirve, sus mecanismos no funcionan, o hay algo que impide la marcha normal de eso deteriorado. El caso nuestro no es así de drástico: nos queremos, nos damos besos apasionados, nos mordemos los labios. A mí me encanta su cuerpo blanco, sus senos firmes y pequeños, medio torcidos hacia abajo, como todos los senos naturales, que cuelgan levemente. Me encanta su abdomen que, a pesar de no estar marcado como el de las personas que hacen ejercicios, es plano y tiene en su centro un hermoso ombligo profundo, en el que meto a veces la lengua. Marcela tiene un cabello rizado, negrísimo. Su piel, en contraste, parece la de un fantasma, o semeja la nieve, la desolación incluso.”

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