©Gerardo Gancedo

 

Nací en Montevideo y lo único que sé hacer es leer y escribir. Con eso paro la olla desde hace 30 años. Empecé a publicar en 1979. Mi primer libro era un puñado de cuentos titulado Los días de nuestra sangre. Luego me animé con un ensayo sobre Lautréamont de unas 300 páginas que me publicó Seix Barral. Pero se me da bien la novela. Algunas han sido traducidas, otras llevadas al cine y algunas piadosamente olvidadas. También escribo guiones para cine, lo que me llevó a enfrentar un batiburrillo de aquellos con la película Esclavo de Dios, de 2013. Soy poco sociable, así que es improbable que alguien de ustedes me haya visto por ahí, en cocteles o mesas redondas. Es que no me agrada la vida literaria, sino la literatura. Los salones no me cuadran. Ahora vivo en Montevideo, aunque a Onetti nunca le vi ni el pelo.

   En general ando por el mundo cazando historias. Estuve en las selvas de Centroamérica, en  los  bosques  quemados  del  Amazonas,  en el desierto de Atacama y en el farallón de Cal Orcko,  a  tres  mil  metros  de  altura,  buscando las huellas de los últimos dinosaurios. Mi más reciente aventura fue una expedición a la Antártida, a comienzos de este año. Y que nadie se confunda con este resumen: no tengo ningún sentido del humor.

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