©Gerardo Gancedo

 

FRAGMENTO DE “RUEDA QUE TE RUEDA”

tiroteo sigue. Es entonces, en ese instante de pavor, mientras corre enloquecida por una calle de tierra en los arrabales de Peñalolén, que Natalia recibe la revelación: está embarazada. Esa epifanía ella la percibe como una especie de tela que cae despacio sobre sus ojos y los cubre por completo. No ve nada, pero puede oír todo lo que ocurre alrededor. Al principio cree que la han herido, aunque enseguida entiende que es la magnitud del descubrimiento lo que vela su mirada. Dos palabras y el mundo es otra cosa: está embarazada. Se pregunta cómo no se dio cuenta antes, cómo no asoció las señales de su cuerpo. Se pregunta por qué permitió que este momento llegara de la forma más absurda. No tiene dudas de que está embarazada. Cual un rayo se le cruza la memoria de los días y las noches en Cachagua junto a Javier. El amor está ahí, con el miedo y la esperanza y la desesperación y la vergüenza por tanta cobardía y por ceder ante ese terror que la enceguece.

   El aire comienza a llenarse de sirenas. Natalia cree por un momento que son ambulancias de socorro que vienen a ayudar, a asistir a los heridos. Ese pensamiento deja en su alma una traza amarga, porque al punto le revela la estupidez de la idea, la infinita estupidez de todo lo que le pasa. No son ambulancias sino policías, patrulleros, vehículos militares, vaya a saber cuántos llegan convocados por la sangre. Y luego, otra vez los balazos cercanos. Aunque la tela que cubre sus ojos le impide ver, ella sabe que es Iriarte el que se bate ahí atrás, en algún lugar de la cuadra, contra los militares que los persiguen. Él protege la retirada de las dos mujeres.

   Yolanda ahora está otra vez a su lado. ¿Cuánto tiempo ha pasado? La mujer toma su mano y vuelve a correr, casi la arrastra, jadea, no dice nada. Natalia en realidad no sabe si jadea o llora. O ambas cosas, igual que ella, que está dispuesta a correr hasta el fin del mundo con tal de no morir. Piensa en el Che y en la entrañable transparencia, en Allende y en La Moneda bajo las bombas, en los heroicos que no fueron, en los que nunca conoció, en Camilo Torres y en la canción de Viglietti; piensa que donde cayó Camilo nació una cruz, pero que eso no la ayudará a salvarse ahora, a escapar del tiroteo ya mismo, a no ser otro muerto más en ese panteón que nadie visitará, otro montón de huesos con canciones, piensa, otra entrañable transparencia, otra nada llena de poesías y leyendas. Piensa en el niño que no será, rueda que te rueda hacia la vida nueva, canta Viglietti y ella corre para no morir.

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