FRAGMENTO DE “JOHN KENNEDY TOOLE: GENIO DE NEÓN”
¿Puede el remordimiento guiar grandes empresas? De entrada, la pregunta luce una negativa por respuesta. Luego habría que pensar en algunos casos particulares que colman la galaxia histórica de los hombres. El que sigue, por lo menos, encaja a la perfección: una anciana, Thelma Ducoing Toole, espera sin cuartel en la antesala de la oficina del profesor Walker Perci. No es la primera vez que lo hace. Con una terquedad digna de una mula, la señora se sienta y pide hablar con el académico. Las excusas y negativas caen como hojas de otoño. Pero Thelma sigue y sigue y sigue… Perci está cansado, pensaba que era un experto en quitarse de encima a gente molesta, pero, como luego escribiría en su prólogo más comentado, la tenacidad de la vieja lo desarma. Es ella quien le entrega una mala copia al carbón de un manuscrito redactado hacía más de 10 años atrás por un autor sin obra. El maestro coge las cientos de páginas y pregunta de quién es: “de mi hijo ya fallecido”, dice la anciana. “¿Y por qué debo leerlo?”, interroga Perci. “Porque es una gran novela”, responde Thelma.
La señora se va, satisfecha, después de una década de tocar puertas en editoriales y universidades sin mayor éxito. Perci se siente derrotado y comienza a repasar las páginas con cierto desdén, también con la seguridad de descartar el libro a los cinco minutos de lectura. Pero pasa otra cosa: el académico no suelta el manuscrito, se embriaga de él, no puede creer la calidad de lo que está leyendo y estalla en carcajadas con cada episodio que le sucede al protagonista principal, Ignatius Reilly. Dicen que en esa época, acercarse a su oficina, era como pasar al lado de un manicomio.
Al llegar al punto final, Perci contacta a la señora y le promete ser el mejor defensor de esta novela. Por él se logra la publicación en la editorial de su universidad, la Louisiana State University Press. Y es el profesor quien escribe el prólogo, quizás su trabajo más comentado, antes de lanzar al mercado un libro que al año siguiente -1981- conseguiría el primer Premio Pulitzer póstumo, como también el de la mejor novela en lengua extranjera en Francia, sin contar con el rosario de traducciones y editoriales que lloverían sobre él. Su título: La conjura de los necios. Su autor: John Kennedy Toole.
Thelma va a su casa y piensa en la muerte de su hijo. Se acuerda del contenido de la carta de suicidio, que sólo ella leyó antes de destruir. Cree haber arreglado el entuerto: ya la gente conoce el genio de su niño, todos hablarán de él tal como él quería. De repente, el remordimiento baja de intensidad. Ken, como solía llamarlo antes de la tragedia, quizás ya la haya perdonado en la otra vida… |