La corrupción es uno de los fenómenos más estudiados y más diagnosticados en la región latinoamericana. La urgencia de enfrentarla ha generado desde hace ya más de treinta años, el establecimiento de tratados, acuerdos y agendas compartidas, con compromisos concretos y mecanismos de revisión entre pares cuyos resultados requieren ser analizados bajo una mirada crítica.
Una de las consecuencias ha sido la creación de instituciones y agencias especializadas en el combate a la corrupción sin que se pueda decir que el fenómeno haya sido eliminado o medianamente controlado. Por el contrario, distintas mediciones dan cuenta de los deficientes resultados.
Las consecuencias de la corrupción son múltiples: erosiona la confianza interpersonal e institucional, debilita a las democracias, incrementa la violencia y profundiza las desigualdades fracturando el pacto social. Repensar el fenómeno de la corrupción en un contexto de cambio político significa prácticamente volver a empezar.